EL REY DE LA EVASIÓN. CRITICA
Las sociedades desarrolladas tienen la obsesión de constreñir a sus individuos imponiéndoles leyes y límites que regulan sentimientos tan primarios como el amor y el sexo, siendo este asunto materia muy controvertida entre sus ciudadanos. Un alegato en favor de la libertad sexual y del respeto parece ser la intención del director de esta cinta que no pasará a la historia del cine por una poética preciosista. Alain Guiraudie consigue con “El Rey de la evasión” una comedia ligera que mezcla el estrambote y el porno amateur con ínfulas de cine social. Su protagonista es un infeliz y obeso cuarentón que comercia con tractores para los agricultores de la región. Su tediosa vida le conduce a una crisis de identidad sexual al enamorarse de Curly, una atractiva adolescente hija de su jefe, con la que resarce una confundida libido a base de clandestinos encuentros sexuales. Estos momentos harán las delicias de algún espectador ávido de coitos no interruptus sin más pretensión que la de mostrar cacha y michelín sudado a la par. No sabemos si es deliberación artística o simplemente un mal resultado, pero cabe destacar que la película se aprovecha del mal gusto, lo grotesco y la sordidez para transmitir valores y reflexiones tan profundas. Su banda sonora y sus escenarios son dos buenos ejemplos de las causas de su espanto. En última instancia podemos afirmar que nos encontramos ante un film que pretende reflexionar sobre la infelicidad como consecuencia de la falta de libertad, sobre las cortapisas de la moral y el refreno de los deseos a pesar de que para ello tengamos que presenciar algunas secuencias impregnadas de un absurdo sobrante que desvirtúa cualquier inteligente intención de su autor.