Archives Posts
EL MICROTEATRO TAMBIÉN ES CINE.
MICROTEATRO POR DINERO.
Ya va para unos cuantos meses que MICROTEATRO por DINERO se instalara en pleno centro de Madrid, tras el éxito de su experiencia piloto de hace años. Desde entonces, resulta evidente que la iniciativa ha supuesto un revulsivo en el ámbito cultural y artístico de la capital; tanto, que la idea ya se está exportando a otras capitales españolas.
El concepto es simple: un espacio reducido, no más de quince minutos, dos actores y la libertad que el texto y el espacio otorgan al universo creativo de cada autor bajo una temática común. Así, seis pases por día y la oferta de una microobra en cada sala por sólo tres euros.
A simple vista, podemos hablar de una miniaturización de las salas alternativas y experimentales, con un ritmo y duración propios de la multitarea y la viralidad de los contenidos de la Red, con la privacidad del teatro aristocrático y el goce de un precio low cost muy pertinente a los tiempos a los que nos enfrentamos. No obstante, este post no pretende recrearse una vez más en el éxito de la fórmula, sino en la estrecha relación que tanto autores, directores, actores y público sienten con la narrativa cinematográfica.
Desde que Microteatro por dinero abriera sus puertas ya han pasado por allí nombres como Ramón Salazar, Juanma Bajo Ulloa, Jaime Chávarri o Carlos Molinero entre otros. Directores todos ellos con cierta raigambre cinematográfica, los cuales se han lanzado a la microdramaturgia arropados por su experiencia tras la cámara. Es curioso comprobar también cómo el espacio es frecuentado por numerosos profesionales del sector audiovisual, ansiosos por trasladar historias a ese marco teatral jamás imaginado. Quizás algo tendrá que ver en esto Miguel Alcantud, uno de los estandartes de Microteatro, director de cine y televisión, que junto el apoyo de un buen número de actores y profesionales de la escena levantó este dinámico proyecto. El caso es que la imbricación entre la dramaturgia y la dirección de cine en Microteatro es exageradamente mayor que en otros espacios escénicos, donde las fronteras profesionales están más delimitadas.
Una evidencia de este fenómeno es que el formato tiene la duración restringida a no más de quince minutos, limitación de tiempo similar a la que tienen los cortometrajes. La habilidad de pensar en historias cortas, en un solo decorado y con pocos actores es recurrente en todos los que quieren dirigir cine, por lo que Microteatro es el espacio ideal para contar aquellas secuencias o ideas que se quedaron en el cajón del escritorio o en el de la memoria.
No hay que olvidar que todo director de cine es un creador que debe pelear sus transgresiones con las cortapisas de una lacerante industria de masas, más preocupada por la rentabilidad de la producción que por la libertad artística. Por el contrario, el teatro es de los pocos reductos creativos donde no hay miedo, ni para el autor ni para el público, de salirse de lo establecido, de inventar y de contar sin el juicio de la crítica ni la presión de los costes. Así pues, la oportunidad de Microteatro para todos ellos es pintiparada.
Los actores de Microteatro también experimentan en su actuación una hibridación de ambos lenguajes. Su naturalidad en escena debe ser feroz, pues no necesitan la proyección de voz ni la ostentación de movimientos que tienen en grandes escenarios. Al no existir una cuarta pared, proscenio o patio de butacas que los separe del público, todo debe actuarse con más sutileza: los actores sienten su escrutadora y cercanísima mirada parecida a la de un equipo técnico durante el rodaje de una toma. Los seis pases por día se convierten para ellos en seis tomas de un plano secuencia que bien les sirve para enmendar y cambiar cosas ante las continuas directrices de su director.
Y el público también es partícipe de esta pseudocinematografía teatral. El hecho de que se invada el espacio escénico es un privilegio para fragmentar en primeros planos todo lo que allí ocurre. Es decir, cada espectador elabora su propio montaje con la elección de su mirada. Cualquier detalle es importante: un gesto, una mirada, una reacción, e incluso la puesta en escena propicia encuadres con escorzos entre dos personajes tan habituales en los códigos cinematográficos. Y si vamos un poco más allá podríamos decir que la experiencia puede tener parangón con el cine 3D, donde la ilusión de estar dentro de la escena es común para los dos lenguajes.
Con todo, Microteatro sigue teniendo esa magia de lo provisorio, de lo efímero, del presente continuo que la narración cinematográfica carece por la manipulación de su tiempo. Si en sus orígenes el cine adquirió del teatro su código y su puesta en escena hasta elaborar uno propio, la interacción y él préstamo mutuo de ambos llegan hasta la actualidad con ejemplos como éste.
Larga vida al cine. Larga vida a http://www.teatropordinero.com/